El
domingo
es
la
fiesta
primordial.
Así,
pues,
"no
se
le
antepongan
otras
celebraciones,
a
no
ser
que
sean
de
suma
importancia,
puesto
que
el
domingo
es
el
fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico" (SC 106).
En
aplicación
de
la
nota
de
la
Comisión
Episcopal
de
Liturgia
sobre
la
celebración
de
Jornadas
Mundiales
y
Nacionales
en
domingos
y
solemnidades
del año litúrgico (cf. Pastoral Litúrgica, 157/158, pp. 9-21), se hacen las siguientes sugerencias:
1º. Jornadas en las que se puede tomar el formulario del Misal, aunque es sumamente conveniente mantener las lecturas del día:
-Octavario por la Unidad de los Cristianos (el domingo que coincida).
-Domund (tercer domingo de octubre).
2º. Jornadas en las que, a partir de los textos de la liturgia del día, se puede aludir al tema de la jornada en la homilía:
-Jornada Mundial de la Paz (1 de enero),
-Día del Seminario (San José),
-Día de Caridad (Cuerpo y Sangre de Cristo),
-Día de la Iglesia diocesana (domingo del Tiempo Ordinario).
3º.
Jornadas
en
las
que
sería
oportuno
convocar
a
grupos
particulares
de
fieles
para
celebrar
una
Misa
especial,
dejando
para
las
otras
celebraciones
una alusión en la monición de entrada y alguna petición en la oración de los fieles:
-Infancia Misionera (niños, monaguillos),
-Jornada de oración por las vocaciones (religiosos, seminaristas),
-Acción católica (seglares, catequistas),
-Día de los hombres del mar (marineros),
-Responsabilidad en el tráfico (conductores, camioneros),
-Día de la Familia (padres, hijos),
-Medios de Comunicación Social (periodistas, locutores).
4º.
Jornadas
en
las
que,
respetando
el
ritmo
litúrgico,
es
suficiente
una
monición
de
entrada
un
poco
más
amplia,
alguna
intención
en
la
oración
de
los fieles y una breve monición que motive la colecta:
-Misiones de Africa (IEME, Epifanía del Señor),
-Campaña contra el hambre (segundo domingo de febrero),
-Hispanoamérica (primer domingo de marzo),
-Amor fraterno (Jueves Santo),
-Santos Lugares (Viernes Santo),
-Día del Enfermo (sexto domingo de Pascua),
-Clero nativo (primer domingo de mayo),
-Obolo de San Pedro (domingo anterior o siguiente a San Pedro y San Pablo),
-Día pro Orantibus (Santísima Trinidad),
-Día de las Migraciones (primer domingo de noviembre).
Sugerencias concretas
Teniendo
en
cuenta
los
criterios
litúrgicos
que
se
acaban
de
exponer
y
a
la
vista
de
la
serie
de
jornadas
mundiales
y
nacionales
que
se
celebran,
es
posible descender a algunas aplicaciones concretas a modo de sugerencias.
No obstante, hay que tener en cuenta dos observaciones:
1º.
Es
evidente
que
la
celebración
de
las
jornadas
mundiales
no
depende
de
la
jerarquía
eclesiástica,
salvo
que
la
autoridad
que
las
ha
instituido
deje
en
libertad
a
cada
país
para
celebrarlas
o
no,
o
para
determinar
la
fecha
de
alguna.
Se
trata,
ciertamente,
de
un
aspecto
importante
del
problema
que
convendría tener en cuenta.
2º.
La
promoción
o
campaña
en
torno
a
una
jornada
y
a
los
medios
de
más
directa
incidencia
en
la
liturgia,
sí
pueden
depender
totalmente
de
las
decisiones oportunas que tome la jerarquía española. En este sentido se orientan algunas sugerencias.
De acuerdo con estas observaciones se propone lo siguiente:
1º.
Debería
hacerse
un
esfuerzo
por
dejar
totalmente
libres
de
jornadas
el
Triduo
Pascual,
todos
los
domingos
de
Adviento,
Cuaresma
y
Tiempo
Pascual,
y
las
solemnidades
de
precepto,
salvo
aquellas
en
las
que
la
jornada
pueda
realmente
aparecer
como
derivación
espontánea
a
consecuencia
del
misterio
celebrado. Por ejemplo, el Domund y el Octavario para la Unidad de los cristianos, cuya celebración está ya prevista en el Misal.
2º. Tratar de eliminar duplicados y reagrupar algunas jornadas de objetivos semejantes.
3º. Muchas jornadas, reagrupadas o no, tendrán cabida distribuidas equilibradamente a lo largo de los domingos del Tiempo Ordinario.
4º. Algunas jornadas deberían ser trasladadas a días feriales, aprovechando incluso la posibilidad de asignarlas a diferentes rogativas durante el año.
5º.
Hacer
un
discernimiento
de
los
objetivos
y
de
los
medios
que
se
deben
emplear
en
cada
jornada,
a
fin
de
reducir
a
su
justa
dimensión
su
incidencia
en
la
liturgia.
No
es
lo
mismo
una
jornada
que
tiene
como
objetivo
prioritario
realizar
una
colecta,
que
la
que
se
propone
crear
conciencia
de
un
problema
y
promover la oración ante todo.
6º.
La
campaña
de
mentalización
de
los
fieles
debe
hacerse
fuera
de
la
liturgia
(catequesis
especial,
medios
de
comunicación
social,
etc).
La
liturgia
no
puede convertirse en transmisora de mensajes.
7º.
La
presencia
del
tema
de
una
jornada
en
la
liturgia
debe
limitarse
al
mínimo
indispensable:
alusión
en
la
monición
inicial
y
en
la
homilía,
intención
en
la
oración de los fieles e indicación de la finalidad de la colecta.
8º.
Las
jornadas
deberían
orientarse
hacia
celebraciones
especiales,
por
ejemplo,
preparando
una
celebración
de
carácter
diocesano
en
la
catedral
o
en
otro
lugar,
convocando
a
las
personas
más
sensibilizadas
o
directamente
afectadas,
y
hacia
actos
que
no
sean
únicamente
la
Eucaristía:
adoración
eucarística,
ejercicios piadosos del pueblo cristiano, encuentro-convivencia... incluso como medio de captación de fondos (veladas, conciertos, etc).
9º.
Se
ha
de
observar
con
piedad
y
fidelidad
lo
que
el
Concilio
Vaticano
II
y
los
libros
litúrgicos
renovados
determinaron
acerca
de
la
índole
peculiar
de
la
celebración
del
domingo,
principalmente
en
lo
referente
a
los
días
dedicados
a
temas
peculiares,
que
se
realizan
con
mucha
frecuencia
en
domingo,
como
por
ejemplo,
por
la
conservación
de
la
paz
y
la
justicia,
por
las
vocaciones,
por
la
evangelización
de
los
pueblos.
En
estos
casos
la
liturgia
debe
ser
del
domingo.
Se
puede
hacer
alguna
mención
del
tema
que
se
propone,
sea
en
los
cantos,
las
moniciones,
sea
en
la
homilía
y
la
oración
universal
(cf.
Ceremonial de los Obispos, n. 229).
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