Cuenta
una
historia
que
un
hombre
fue
condenado
a
muerte.
El
día
que
iba
a
ser
decapitado
el
rey
se
presentó
al
acto
para
confirmar
el
cumplimiento
de la sentencia.
El
rey
le
preguntó
al
reo
que
si
tenía
algo
que
pedir
como
su
última
voluntad
antes
de
morir.
Todo
lo
que
el
reo
pidió
fue
un
vaso
con
agua.
Al
rey
le
pareció
un deseo fácil de conceder y pidió que le dieran el agua.
El reo tomó el vaso pero temblaba tanto que no pudo acercar el agua a sus labios. Entonces el rey le dijo:
—Tranquilízate, te doy mi palabra de que nada te sucederá hasta que hayas terminado de beber esa agua.
El
hombre
confió
en
la
palabra
del
rey
y
arrojó
el
vaso
al
suelo.
Inmediatamente
el
agua
se
derramó
y
se
consumió
en
el
polvo
y
nadie
pudo
recogerla.
El
rey
se vio obligado a cumplir su palabra y así aquel reo se salvó de la muerte.
Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed
jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. Juan 4:13-14
Al
igual
que
el
reo
de
la
historia,
tú
y
yo
estamos
condenados
a
muerte
como
pago
por
nuestros
pecados.
Pero
también
podemos
ser
salvados
por
el
Agua.
No un vaso de agua como el de la historia, sino por el Agua de Vida que Jesús nos ofrece.
La
salvación
está
al
alcance
de
todos,
gratuitamente,
mediante
la
fe
en
Jesús.
Únicamente
debemos
creer
en
la
Palabra
de
Dios
y
aceptar
el
regalo
maravilloso de la vida eterna.
El
Rey
de
reyes
nos
ha
dado
su
palabra
de
que
viviremos
con
él,
para
siempre,
si
creemos
y
aceptamos
su
salvación.
No
hay
por
qué
dudar,
su
Palabra
es
fiel y cumplirá sus promesas.
Pídele
hoy
a
Jesús
que
te
llene
del
Agua
de
Vida
que
nos
ha
ofrecido
y
confía
en
su
promesa
que
dice:
“el
que
bebiere
del
agua
que
yo
le
daré,
no
tendrá sed jamás”.
EL ÚLTIMO DESEO DE UN REO CONDENADO A MUERTE
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