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«Los
sacramentos
son
el
centro
de
la
fe
cristiana,
por
los
que
Dios
comunica
su
gracia,
se
hace
presente
y
actúa
en
nuestra
vida.
Los
siete
sacramentos
de
la
Iglesia
prolongan
en
la
historia
la
acción
salvífica
y
vivificante
de
Cristo,
con
la
fuerza
del
Espíritu
Santo»
(Papa
Francisco,
Audiencia
General
del
8
enero
del 2014).
Los
sacramentos
son
signos
eficaces
de
la
gracia,
instituidos
por
Cristo
y
confiados
a
la
Iglesia
por
los
cuales
nos
es
dispensada
la
vida
divina.
Los
ritos
visibles bajo los cuales los sacramentos son celebrados significan y realizan las gracias propias de cada sacramento.
Los sacramentos son signos sensibles (palabras y acciones), accesibles a nuestra humanidad, a través de los cuales Cristo actúa y nos comunica su gracia.
En
la
Iglesia
hay
siete
sacramentos
:
Bautismo,
Confirmación
o
Crismación,
Eucaristía,
Penitencia,
Unción
de
los
enfermos,
Orden
sacerdotal
y
Matrimonio
Cfr. Catecismo de la Iglesia nn. 1131, 1084, 1113
Sacramentos de Cristo y de la Iglesia
El
Concilio
de
Trento,
siguiendo
la
doctrina
de
las
Sagradas
Escrituras
y
de
la
tradición
apostólica
profesó
que
todos
los
sacramentos
fueron
instituidos
por
nuestro Señor Jesucristo.
La
Iglesia
reconoció
poco
a
poco
este
tesoro
recibido
de
Cristo
y
precisó
su
"dispensación",
tal
como
lo
hizo
con
el
canon
de
las
Sagradas
Escrituras
y
con
la
doctrina
de
la
fe,
como
fiel
dispensadora
de
los
misterios
de
Dios.
Así,
la
Iglesia
ha
precisado
a
lo
largo
de
los
siglos,
que,
entre
sus
celebraciones
litúrgicas,
hay siete que son, en el sentido propio del término, sacramentos instituidos por el Señor.
Los
sacramentos
son
"de
la
Iglesia"
en
el
doble
sentido
de
que
existen
"por
ella"
y
"para
ella".
Existen
"por
la
Iglesia"
porque
ella
es
el
sacramento
de
la
acción
de
Cristo
que
actúa
en
ella
gracias
a
la
misión
del
Espíritu
Santo.
Y
existen
"para
la
Iglesia",
porque
ellos
son
"sacramentos
[...]
que
constituyen
la
Iglesia"
(San
Agustín,
De
civitate
Dei
22,
17;
Santo
Tomás
de
Aquino,
Summa
theologiae
3,
q.64,
a.
2
ad
3),
ya
que
manifiestan
y
comunican
a
los
hombres,
sobre todo en la Eucaristía, el misterio de la Comunión del Dios Amor, uno en tres Personas.
Los
tres
sacramentos
del
Bautismo,
de
la
Confirmación
y
del
Orden
sacerdotal
confieren,
además
de
la
gracia,
un
carácter
sacramental
o
"sello"
por
el
cual
el
cristiano
participa
del
sacerdocio
de
Cristo
y
forma
parte
de
la
Iglesia
según
estados
y
funciones
diversas.
Esta
configuración
con
Cristo
y
con
la
Iglesia,
realizada
por
el
Espíritu,
es
indeleble,
permanece
para
siempre
en
el
cristiano
como
disposición
positiva
para
la
gracia,
como
promesa
y
garantía
de
la
protección divina y como vocación al culto divino y al servicio de la Iglesia. Por tanto, estos sacramentos no pueden ser reiterados.
Cfr. Catecismo de la Iglesia nn. 1114-1121
Sacramentos de la fe y de la salvación
Cristo
envió
a
sus
Apóstoles
para
que,
«en
su
Nombre,
proclamasen
a
todas
las
naciones
la
conversión
para
el
perdón
de
los
pecados»
(Lc
24,47).
«Haced
discípulos
de
todas
las
naciones,
bautizándolos
en
el
nombre
del
Padre,
del
Hijo
y
del
Espíritu
Santo»
(Mt
28,19).
La
misión
de
bautizar,
por
tanto,
la
misión
sacramental,
está
implicada
en
la
misión
de
evangelizar,
porque
el
sacramento
es
preparado
por
la
Palabra
de
Dios
y
por
la
fe
que
es
consentimiento
a
esta
Palabra.
Los
sacramentos
están
ordenados
a
la
santificación
de
los
hombres,
a
la
edificación
del
Cuerpo
de
Cristo
y,
en
definitiva,
a
dar
culto
a
Dios,
pero,
como
signos,
también
tienen
un
fin
instructivo.
No
sólo
suponen
la
fe,
también
la
fortalecen,
la
alimentan
y
la
expresan
con
palabras
y
acciones;
por
eso
se
llaman
“sacramentos de la fe”.
La
fe
de
la
Iglesia
es
anterior
a
la
fe
del
fiel,
el
cual
es
invitado
a
adherirse
a
ella.
Cuando
la
Iglesia
celebra
los
sacramentos
confiesa
la
fe
recibida
de
los
apóstoles.
Celebrados
dignamente
en
la
fe,
los
sacramentos
confieren
la
gracia
que
significan.
Son
eficaces
porque
en
ellos
actúa
Cristo
mismo;
Él
es
quien
bautiza,
Él
quien actúa en sus sacramentos con el fin de comunicar la gracia que el sacramento significa.
Los
sacramentos
obran
ex
opere
operato
(según
las
palabras
mismas
del
Concilio
de
Trento:
"por
el
hecho
mismo
de
que
la
acción
es
realizada"),
es
decir,
en
virtud
de
la
obra
salvífica
de
Cristo,
realizada
de
una
vez
por
todas.
De
ahí
se
sigue
que
"el
sacramento
no
actúa
en
virtud
de
la
justicia
del
hombre
que
lo
da
o
que
lo
recibe,
sino
por
el
poder
de
Dios"
(Santo
Tomás
de
Aquino,
S.
Th.,
3,
q.
68,
a.8,
c).
En
consecuencia,
siempre
que
un
sacramento
es
celebrado
conforme
a
la
intención
de
la
Iglesia,
el
poder
de
Cristo
y
de
su
Espíritu
actúa
en
él
y
por
él,
independientemente
de
la
santidad
personal
del
ministro.
Sin
embargo, los frutos de los sacramentos dependen también de las disposiciones del que los recibe.
La
Iglesia
afirma
que
para
los
creyentes
los
sacramentos
de
la
Nueva
Alianza
son
necesarios
para
la
salvación.
La
"gracia
sacramental"
es
la
gracia
del
Espíritu
Santo
dada
por
Cristo
y
propia
de
cada
sacramento.
El
Espíritu
cura
y
transforma
a
los
que
lo
reciben
conformándolos
con
el
Hijo
de
Dios.
El
fruto
de
la vida sacramental consiste en que el Espíritu de adopción deifica a los fieles uniéndolos vitalmente al Hijo único, el Salvador.
El
fruto
de
la
vida
sacramental
es
a
la
vez
personal
y
eclesial.
Por
una
parte,
este
fruto
es
para
todo
fiel
la
vida
para
Dios
en
Cristo
Jesús:
por
otra
parte,
es
para la Iglesia crecimiento en la caridad y en su misión de testimonio.
Cfr. Catecismo de la Iglesia nn. 1122-1134
Ausencia,
aislamiento:
pruebas
para
la
perseverancia.
—Santa
Misa,
oración,
sacramentos,
sacrificios:
¡comunión
de
los
santos!:
armas
para
vencer
en
la
prueba. (Camino, 997, San Josemaría Escrivá)
¿Tú
quieres
ser
fuerte?
—Primero,
date
cuenta
de
que
eres
muy
débil;
y,
luego,
confía
en
Cristo,
que
es
Padre
y
Hermano
y
Maestro,
y
que
nos
hace
fuertes,
entregándonos los medios para vencer: los sacramentos. ¡Vívelos! (Forja, 643, San Josemaría Escrivá)
¿Qué
son
los
sacramentos
huellas
de
la
Encarnación
del
Verbo,
como
afirmaron
los
antiguos
sino
la
más
clara
manifestación
de
este
camino,
que
Dios
ha
elegido
para
santificarnos
y
llevarnos
al
Cielo?
¿No
veis
que
cada
sacramento
es
el
amor
de
Dios,
con
toda
su
fuerza
creadora
y
redentora,
que
se
nos
da
sirviéndose
de
medios
materiales?
¿Qué
es
esta
Eucaristía
ya
inminente
sino
el
Cuerpo
y
la
Sangre
adorables
de
nuestro
Redentor,
que
se
nos
ofrece
a
través
de
la
humilde
materia
de
este
mundo
vino
y
pan,
a
través
de
los
elementos
de
la
naturaleza,
cultivados
por
el
hombre,
como
el
último
Concilio
Ecuménico ha querido recordar? (Conversaciones, 115, San Josemaría Escrivá)
El
cristiano
se
sabe
injertado
en
Cristo
por
el
Bautismo;
habilitado
a
luchar
por
Cristo,
por
la
Confirmación;
llamado
a
obrar
en
el
mundo
por
la
participación
en
la
función
real,
profética
y
sacerdotal
de
Cristo;
hecho
una
sola
cosa
con
Cristo
por
la
Eucaristía,
sacramento
de
la
unidad
y
del
amor.
Por
eso,
como
Cristo,
ha
de
vivir
de
cara
a
los
demás
hombres,
mirando
con
amor
a
todos
y
a
cada
uno
de
los
que
le
rodean,
y
a
la
humanidad
entera.
(Es
Cristo
que
pasa,
106, San Josemaría Escrivá)