« Yo soy el Señor tu Dios »
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Copyright © 2020 Real parroquia San Lorenzo Mártir de Córdoba
No codiciarás los bienes
ajenos
No consentirás
pensamientos ni deseos
impuros
No darás falso testimonio ni
mentirás
No cometerás actos impuros
Amarás a Dios sobre todas
las cosas
No tomarás el nombre de
Dios en vano
Honrarás a tu padre y a tu
madre
Los
Diez
Mandamientos
o
Decálogo
son
las
«diez
palabras»
que
recogen
la
Ley
dada
por
Dios
al
pueblo
de
Israel
durante
la
Alianza
hecha
por
medio
de
Moisés
(Ex
34,
28).
El
Decálogo,
al
presentar
los
mandamientos
del
amor
a
Dios
(los
tres
primeros)
y
al
prójimo
(los
otros
siete),
traza,
para
el
pueblo
elegido y para cada uno en particular, el camino de una vida liberada de la esclavitud del pecado
.
La
división
y
numeración
de
los
mandamientos
ha
variado
en
el
curso
de
la
historia.
El
actual
catecismo
de
la
Iglesia
sigue
la
división
de
los
mandamientos
establecida
por
San
Agustín
y
que
ha
llegado
a
ser
tradicional
en
la
Iglesia
católica.
Es
también
la
de
las
confesiones
luteranas.
Los
Padres
griegos
hicieron
una
división
algo
distinta
que
se
usa
en
las
Iglesias
ortodoxas
y
las
comunidades
reformadas.
(Catecismo
de
la
Iglesia
Católica,
2066)
Los
diez
mandamientos,
en
su
contenido
fundamental,
enuncian
obligaciones
para
todos
los
hombres,
ya
que
manifiestan
la
conducta
digna
del
hombre.
Los
cristianos
al
conocerlos
sin
error,
por
el
magisterio
de
la
Iglesia,
deben
obedecerlos
y
vivirlos.
La
obediencia
a
estos
preceptos
es
grave
pero
implica
también obligaciones cuya materia es, en sí misma, leve. (Catecismo de la Iglesia Católica, 2081)
Aunque
a
veces
pueda
parecer
difícil
vivirlos,
hay
que
tener
en
cuenta
que
Dios
hace
posible
por
su
gracia
lo
que
manda.
(Catecismo
de
la
Iglesia
Católica, 2082)
Los
diez
mandamientos
pertenecen
a
la
revelación
de
Dios
y
nos
enseñan
la
verdadera
humanidad
del
hombre.
Ponen
de
relieve
los
deberes
esenciales
y,
por
tanto
indirectamente,
los
derechos
fundamentales,
inherentes
a
la
naturaleza
de
la
persona
humana.
El
Decálogo
contiene
una
expresión
privilegiada
de
la
“ley
natural”:
«Desde
el
comienzo,
Dios
había
puesto
en
el
corazón
de
los
hombres
los
preceptos
de
la
ley
natural.
Primeramente
se
contentó
con
recordárselos.
Esto
fue
el
Decálogo,
el
cual,
si
alguien
no
lo
guarda,
no
tendrá
la
salvación,
y
no
les
exigió
nada
más»
(San
Ireneo
de
Lyon,
Adversus haereses, 4, 15, 1). (Catecismo de la Iglesia Católica, 2070)
Aunque
accesibles
a
la
sola
razón,
los
preceptos
del
Decálogo
han
sido
revelados.
Para
alcanzar
un
conocimiento
completo
y
cierto
de
las
exigencias
de
la
ley
natural,
la
humanidad
herida
por
el
pecado,
con
dificultad
para
alcanzar
la
verdad
y
el
bien,
necesitaba
esta
revelación:
«En
el
estado
de
pecado,
una
explicación
plena
de
los
mandamientos
del
Decálogo
resultó
necesaria
a
causa
del
oscurecimiento
de
la
luz
de
la
razón
y
de
la
desviación
de la voluntad» (San Buenaventura, In quattuor libros Sententiarum, 3, 37, 1, 3).
Conocemos
los
mandamientos
de
la
ley
de
Dios
por
la
revelación
divina
que
nos
es
propuesta
en
la
Iglesia,
y
por
la
voz
de
la
conciencia
moral.
(Catecismo de la Iglesia Católica, 2071)