La
devota
imagen
del
Santísimo
Cristo
de
la
Laguna
es,
sin
duda
alguna,
la
más
venerada
de
todas
las
del
Divino
Salvador
que
reciben
culto
en
el
Archipiélago
Canario,
avalorando
su
estima
para
con
los
isleños,
su
indubita
antigüedad,
lo
recomendable
de
su
procedencia
y
más
que
todo
la
piedad
y
devoción que infunde a los que tienen la dicha de mirarla.
También
las
clases
populares
de
Tenerife,
con
su
fantasía
africana,
han
llevado
su
óbolo
de
piedad
ante
el
altar
de
esta
peregrina
imagen,
puesto
que
le
han
dedicado
leyendas,
que
si
como
tales,
nunca
pueden
responder
a
una
crítica
severa,
como
fruto
de
una
sinceridad
reconocida,
son
flores
perfumadas
de
un
amoroso poema de fe.
Antigüedad de la Sagrada Imagen
Es
un
hecho
indiscutible,
puesto
que
la
historia
documentada
lo
justifica,
el
que
este
Ssmo
Crucifijo
reside
en
esta
ciudad
desde
los
tiempos
de
Don
Alonso
Fernández
de
Lugo,
Conquistador
de
esta
Isla
y
primer
Adelantado
de
Canarias;
pero
si
esto
es
cierto,
no
lo
es
menos
que
examinada
la
imagen
se
le
ven
señales
que
demuestran
haber
sido
ejecutada
mucho
antes
de
los
comienzos
del
siglo
XVI,
época
en
que
fue
traída
a
Tenerife
y
colocada
en
el
templo
de
los
Franciscanos
de
La
Laguna,
por
el
propio
Adelantado,
el
cual
le
mando
a
labrar
capilla,
para
que
sirviera
de
la
mayor
a
dicha
iglesia
de
enterramiento
para
él
y sus sucesores. (I)
Forma de la adquisición de la Imagen. Tradición y Leyendas.
En
el
año
1590
a
solicitud
del
Provincial
de
los
Franciscanos
Fray
Bartolomé
de
Casanova,
practicáronse
informaciones
jurídicas
por
ante
Escribano
público,
en
las
que
depusieron
personas
de
autoridad
e
hijos
de
los
conquistadores
y
primeros
pobladores
de
la
ciudad,
y
de
ellas
resulta
justificada
la
siguiente
tradición. (I)
Deseando
el
Adelantado
y
primeros
vecinos
de
La
Laguna
poseer
en
la
Capital
de
sus
conquistas,
una
imagen
de
Jesús
Crucificado,
en
el
viaje
que
aquel
prócer
hizo
a
la
península
-en
compañía
de
su
deudo
Juan
Benítez
y
otros
caballeros
conquistadores
para
concurrir
a
la
batalla
de
la
Salsas
(2)
en
la
que
tomaron parte- entre los proyectos que llevaron para realizar fue de los principales, sino el primero, el adquirir el ansiado Crucifijo.
Llegados
a
Barcelona,
de
retorno
de
la
batalla,
si
bien
aportaron
satisfechos
por
haber
cumplido
como
buenos,
trocóseles
el
gozo
en
duelo
al
no
hallar
en
esta
ciudad
los
recursos
pecuniarios
que
esperaban
de
sus
casas;
aumentándoseles
el
disgusto
por
no
encontrar
quién
le
facilitara
a
préstamo
el
caudal
que
necesitaban para regresar a las islas.
En
esta
situación
de
ánimos
encontrábase
el
Adelantado
de
Canarias,
cuando
Juan
Benítez
le
participó
la
noticia
de
que
en
el
puerto
estaba
surta
una
nave
veneciana,
que
traía
dos
hechuras
Crucifijos
asáz
devotas
y
hermosas;
pero
como
su
situación
económica
era
harto
y
precaria,
casi
recibió
de
mal
grado
la
nueva
que
le
daba
su
deudo;
más
habiéndosele
presentado
a
poco
un
negociante
que
les
facilitaba
el
préstamo
que
solicitaban,
inmediatamente
se
concertaron tomando la cantidad necesaria, dando al prestamista los resguardos debidos.
Alegre
Juan
Benítez
con
este
Socorro
inesperado,
al
punto
tomó
sin
contar,
algunos
dineros
y
corrió
a
comprar
la
imagen,
temeroso
de
que
la
vendieran
a
otro.
Llegó
y
como
no
la
hubiera
aún
enagenado
el
mercader,
comenzó
a
tratarla;
y
aunque
de
pronto
le
pidió
100
ducados,
por
fin
se
ajustaron
en
70,
y
queriéndole
dar
por
señal
la
cantidad
que
llevaba,
no
sin
admiración,
encontró
que
tenía
en
la
bolsa
los
70
ducados
justos
sin
faltarle
ni
sobrarle
cosa
alguna,
circunstancia
que
le
hizo
más
preciada
la
adquisición
que
acababa
de
realizar.
Pero
aún
les
esperaba
otra
sorpresa
mayor,
que,
como
piadosos
relacionáronia
a
lo
que
se
deja
referido;
pues
fue
el
caso
que
habiendo
recibido
a
los
pocos
días
el
socorro
que
de
sus
casas
esperaban,
quisieron
pagar
al
prestamista;
pero
por
más
diligencias
que
practicaron
no
pudieron
hallarle,
ni
persona
que
de
él
les
diera
noticia,
persuadiéndose
el
Adelantado
de
que
su
desconocido
favorecedor,
era
sin
duda
alguna
el
Arcángel
San
Miguel,
de
quién
era
Devotísimo.
Y
con
esto
se
explica
la
razón
de
haber
colocado
esta
imagen
del
Cristo
en
la
iglesia
de
los
Franciscanos
de
su
capital
pues
como
es
sabido,
Fernández
de
Lugo
fue
el
fundador
de
este
Convento
y
quiso
se
dedicara su templo al príncipe de las milicias celestiales, bajo el título de San Miguel de las Victorias
De
la
misma
información
consta
también,
que
el
mercader
veneciano
comunico
al
Adelantado
y
a
Juan
Benítez
el
que
las
dos
esculturas
de
Crucifijos
que
llevo a Barcelona, con otra que había vendido en Venecia, las había adquirido con esta ciudad de otro mercader que del Cairo las había traído.
Las
circunstancias
que
se
dejan
consignadas;
la
calidad
de
los
personajes
que
adquirieran
la
imagen;
y
más
que
todo
la
piedad
que
esta
infunde
según
se
deja
dicho,
fueron
causas
más
que
suficientes
para
que
la
devoción
hacia
ella
fuera
grande
desde
los
primeros
momentos
que
se
expuso
al
culto
público;
habida cuenta de ser un pueblo formado por españoles del siglo XV y una cristiandad nueva, noble y de generosos sentimientos cuál fue la de los guanches.
En
fines
del
siglo
XVI
y
principios
del
XVII,
la
informada
tradición
comenzóce
a
corromper
con
las
leyendas
populares,
leyendas
que
también
cuidó
de
recoger
en
información
jurídica
otro
provincial
del
P.
F.
Luis
Quirós
quién
la
hizo
extensiva
a
todos
los
favores
que
se
decían
alcanzados
por
los
devotos,
publicando al efecto, un curioso librito, muy raro al presente.
Pero
en
medio
de
las
variantes
introducidas
en
estas
leyendas
por
la
fantasía
popular,
en
casi
todas
y
aún
en
las
creadas
por
los
poetas,
se
descubre
el
fondo
de
la
tradición
que
se
deja
referida,
porque
en
la
que
podemos
llamar
segunda,
permanecen
constantes
todos
los
detalles
detalles
apuntados.
variando
sólo
en
que
la
nao
Veneciana
se
le
hace
aportar
a
la
vecina
rada
de
Santa
Cruz,
donde
se
compra
la
imagen
por
los
mismos
70
ducados,
sacados
de
las
escarcela de los compradores impensadamente.
Algo
más
modificada
aparece
la
tercera
legendaria
tradición,
pues
de
la
primera
sólo
queda
la
reminiscencia
de
la
desaparición
de
los
dos
mancebos,
que
en
el
puerto
de
Santa
Cruz
ofrecieron
la
imagen
en
venta,
al
mensajero
que
por
ella
iba
a
España;
siendo
completamente
ideal,
y
seguramente
posterior
a
las
informaciones
de
Quirós
y
su
libro,
la
que
corre
oral
entre
los
sencillos
campesinos,
reducida
a
que
en
cierta
noche
tempestuosa
oyeron
los
religiosos
llamar
a
la
portería
del
Convento,
y
cuando
acudieron
sólo
hallaron
una
gran
caja
por
cuyos
resquicios
salían
resplandores,
la
que
abierta
dejó
ver
contenía
el
Santo
Crucifijo.
Pero
donde
la
popular
fantasía
ha
corrido
a
rienda
suelta,
en
encarecer
el
parecido
de
la
prodigiosa
imagen
al
Divino
original,
pues
los
unos
han
reparado
que
para
más
parecérsele
le
falta
un
diente
que
sin
duda
arranco
el
sayón
adulador
con
la
cruel
bofetada,
otros
le
han
visto
entreabrir
sus
hermosos
ojos,
cuando
piadoso
concede
a
los
campos
agostados
la
lluvia
bienhechora
suplicada
con
general
clamor,
siendo
muchos
los
que
afirman
que
en
la
mañana
del
Viernes
Santo
desclava
de
la
Cruz
la
diestra
mano
y
bendice
a
la
ciudad,
en
el
momento
en
que
después
de
la
procesión,
en
la
puerta
de
su
capilla
se
le
vuelve al pueblo, creyendo otros que está es la ocasión propicia para conseguir los favores que se le pidan con fervor.
La
tradición
venerable
y
las
leyendas
forjadas
por
la
imaginación
popular,
como
se
ve
coinciden
y
se
confunden
en
más
de
un
punto,
sirviendo
todo
para
demostrar la grande estima en que se tiene a esta sagrada efigie y los afectos de amor que arranca sus apasionados devotos.
Descripción de la imagen
Como
se
indica,
esta
imagen
de
Jesús
es
un
Crucifijo
pendiente
de
la
Cruz
por
tres
clavos
y
de
tamaño
natural.
La
cabeza
un
poco
inclinada
y
vuelta
hacia
el
lado
derecho,
no
la
tiene
desmayada
sino
algo
erguida,
velado
el
rostro
por
la
sombra
de
un
mechón
de
pelo
de
la
cabellera
nazarena
que
le
cae
por
la
izquierda
y
casi
se
apoya
en
el
pecho;
la
hermosa
faz
aunque
dolorosa
y
renegrida
es
atractiva;
la
musculatura
y
proporciones
bastante
correctas
para
la
época
que
revela,
teniendo
la
corona
de
espinas
que
adorna
la
cabeza,
y
el
paño
que
cubre
los
lomos
formados
de
la
talla
en
el
propio
madero
en
que
fué
esculpida.
Aunque
la
pintura
con
que
está
encarnada,
por
la
acción
del
tiempo,
ya
está
entenebrecida,
aún
se
puede
observar,
que
nunca
predominaron
en
ella
los
tonos
sonrosados
sino
los
morenos
o
trigueños,
aumentados
por
las
sombras
de
los
cardenales,
heridas
y
congestiones,
y
aunque
la
madera
de
qué
está
formada
ya
se
descubre
en
algunos
sitios,
ignórase
en
su
clase,
presentado
sólo
las
cualidades
que
muchas
son
comunes,
de
ser
compacta,
de
color
obscuro, e incorruptible.
Aunque
las
señales
descritas
dan
testimonio
de
la
mucha
antigüedad
de
esta
efigie,
todavía
tiene
otras
que
más
la
patentizan.
La
rudeza
de
la
forja
de
dos
grampas
de
hierro
que
tiene
fijas,
y
el
mecanismo
harto
primitivo
con
que
se
le
asegura
la
diadema,
pues
lo
forma
una
de
estas
grampas
con
tres
taquetes
de
la
misma
madera
de
la
escultura
que
tiene
introducidos
en
el
cráneo,
denuncian
claramente
que
la
artífice
o
desconoció
el
tornillo
o
no
pudo
proporcionárselo.
Pero
sobre
todas
estas
señales
de
antigüedad
sobresale
la
de
las
letras
y
signos
de
la
inscripción
indescifrable,(1)
que
adornan
las
fimbrias
del
paño
que
tiene
a
la
cintura,
verdadero
enigma
en
que
han
fracasado
hasta
hoy
las
investigaciones
de
los
anticuarios,
por
presentar
los
mismos
caracteres
de las inscripciones que en edificios y esculturas dejaron los artistas de los siglos medievales.
Sin
embargo
la
piedad
del
Ilustrísimo
Sr.
D.
Bartolomé
García
Jiménez,
Obispo
de
Canarias,
acomodóle
una
interpretación
fruto
de
su
mucha
devoción
hasta
un
célebre
Crucifijo
(1),
intentando
también
igual
empresa
Sor
Catalina
de
San
Mateo,
Religiosa
Clarisa
del
Monasterio
de
San
Bernardino
en
Las
Palmas
de
Gran Canaria, personaje legendario y de venerable recuerdo por la fama de santidad con que se adorna su memoria
Del culto que se ha tributado a la devota imagen
Cómo
se
deja
dicho,
la
imagen
del
Santísimo
Cristo
fué
colocada
(en
1510
si
hemos
de
creer
que
la
nota
manuscrita
de
un
cronista)
por
el
primer
Adelantado
de
Canarias,
en
la
iglesia
de
San
Miguel
de
la
Victorias
del
Convento
de
Franciscanos
de
La
Laguna,
corriendo
su
culto
por
cuenta
de
los
Religiosos
de
esta
Orden
mientras
existieron.
Pues,
aunque
en
los
años
de
1547
a
1577
el
Convento
Sirvió
de
Monasterio
a
las
Monjas
de
Santa
Clara,
como
pertenecieron
a
la
filiación franciscana, los frailes continuaron con el cuidado de la imagen y su culto.
Aunque
los
Franciscanos
fueron
los
depositarios
de
la
imagen,
también
el
clero
secular
reclamó
su
participación
en
los
obsequios,
por
cuanto
a
la
Sagrada
Efigie
siempre
se
le
ha
considerado
propiedad
de
la
ciudad;
más
aunque
estas
diferencias
entre
ambos
cleros
dio
lugar
a
la
exposición
de
derechos,
prontamente
se
restableció
la
paz
por
un
concierto
en
escritura
pública,
otorgada
el
10
de
septiembre
de
1607
por
ante
Lope
de
Mesa,
en
la
que
las
partes
fijaron
con
toda
solemnidad
las
funciones
religiosas
que
a
cada
clero
correspondían,
concordia
que
se
observó
escrupulosamente
hasta
la
extinción
de
las
religiosas
en
España,
en
cuya
época
quedó
el
culto
a
cargo
de
los
Párrocos
de
la
jurisdicción
y
el
templo
de
Franciscanos
como
Santuario
del
Santísimo
Cristo.
En
el
año
1659
del
seno
de
la
primitiva
cofradía
establecida
por
los
Religiosos,
formóse
una
insigne
Esclavitud,
de
33
sujetos
de
los
más
notables
que
en
dignidad,
saber
y
riqueza
contenían
las
islas,
la
cual
llevó
el
culto
del
Santísimo
Cristo
al
auge
y
esplendor
que
todavía
publican
los
restos
de
las
alhajas
existentes.
Casi
extinguida
esta
respetable
corporación,
en
1873
constituyéndose
la
actual,
sobre
base
más
amplias,
como
lo
pedía
la
época.
Esta
ha
igualado,
si
es
que
no superado en entusiasmo y devoción a la antigua, esmerándose en dar culto a la peregrina imagen.
Pero
la
piedad
y
devoción
de
los
pueblos
para
con
este
devotísimo
Crucifijo,
no
tanto
se
explica
por
el
continuado
culto
que
en
el
transcurso
del
año
se
le
tributa
de
un
modo
fijo
y
estable,
cuánto
por
las
afectuosas
demostraciones
de
fe
a
que
da
lugar
los
acontecimientos
extraordinarios.
Sería
imposible
enumerar
las
funciones
y
rogativas
públicas
que
se
le
han
dedicado
en
su
templo
y
un
otros
de
la
ciudad,
a
los
que
es
llevado
en
solemne
procesión,
por
causas de sequías, epidemias, fiestas centenarias y otros singulares motivos.
Para
bajarlo
de
su
camarín
y
colocarlo
en
el
trono
en
que
se
le
saca
en
procesión,
siempre
se
procura
lo
hagan
sacerdotes,
siendo
solemnísimo
el
descendimiento
que
tiene
lugar
la
antevíspera
de
su
fiesta
principal
en
14
de
Septiembre.
El
Iltmo.
Cabildo
eclesiástico,
siempre
que
es
llevado
a
su
templo
por
causa
pública,
lo
recibe
y
despide
en
corporación
en
la
puerta
de
la
Catedral.
El
Excmo.
Ayuntamiento
de
la
ciudad,
si
lo
visita
y
obsequia,
siempre
lo
hace
en
forma
de
ciudad
concurriendo
bajo
mazas.
La
antigua
casa
de
los
marqueses
de
Villanueva
del
Prado
le
escogió
para
patrono
principal
del
título,
debiéndose
a
la
generosidad
del
segundo
Márquez
el
magnífico
frontal
de
plata
qué
adorna
su
altar,
en
el
que
campea
el
escudo
de
armas
de
la
noble
familia.
Los
Condes
del
Valle
de
Salazar,
consideran
como
la
mayor
honra
de
su
casa,
el
haber
hospedado
a
tan
devotísima
imagen
en
las
salas
principales
en
su
palacio,
cuando
en
el
año
de
1613
se
inundó
el
Convento,
consagrando
desde
aquella
fecha
el
oratorio
de
la
casa
al
Cristo
La
Laguna,
para
perpetuar
la
memoria
del
suceso.
En
una
palabra,
a
porfía,
en
todos
los
tiempos
corporaciones
y
particulares,
de
todas
clases
de
condiciones,
se
han
empeñado
en
demostrarse devotos afectuosos de este Ssmo. Cristo, ornamento principal de la Ciudad de los Adelantados de Canarias.
Vicisitudes del Santuario
Fundándose
primeramente
el
Convento
de
los
Franciscanos
de
la
Ciudad
de
La
Laguna
en
la
falda
de
la
montaña
del
Bronco
y
de
ella,
por
mandato
del
primer
Adelantado,
trasladóse
al
sitio
que
hoy
ocupa,
en
el
cual
recibió
el
honor
de
ser
el
Relicario
elegido
en
qué
se
depositó
la
imagen
del
prodigioso
Crucifijo.
Con
motivo
de
su
devoción
presto
creció
en
comunidad
y
magnificencia
de
templo
y
casa;
siendo
tanta
que
mereció
se
le
conociera
en
la
provincia
franciscana y en la historia, con el nombre de Convento grande de San Miguel de las Victorias.
En
26
de
Enero
de
1713,
cúpole
a
este
edificio
la
desgracia
de
inundarse
a
causa
de
un
aluvión,
el
mayor
que
registran
los
anales
de
estas
islas,
después
de
la
conquistadas;
pero
a
1810
fue
víctima
de
mayor
calamidad,
porque
un
voraz
incendio
redujo
a
cenizas
los
afanes
de
tres
siglos,
salvándose
la
venerada
imagen
y
los
enseres
del
culto,
merced
al
heroísmo
de
los
vecinos,
que
en
más
de
un
lance
de
aquella
horrible
catástrofe
expusieron
la
vida
por
rescatar
el
objeto de sus amores.
Los
tiempos
calamitosos
que
siguieron
a
este
desgraciado
suceso,
no
fueron
obstáculo
para
que
la
piedad
de
los
laguneros
y
de
los
devotos
del
Ssmo.
Cristo,
reedificara
muy
pronto
las
partes
más
necesarias
del
Convento
y
la
actual
capilla
provisional,
y
acopiara
todos
los
materiales
de
piedra
y
madera
necesarios
para
la
restauración
del
templo;
pero
un
nuevo
golpe
destruyó
tan
fundadas
esperanzas.
Las
leyes
desamortizadoras
se
incautaron
de
los
materiales
adquiridos
con
tantas
fatigas,
y
en
pública
almoneda
adjudicáronlos
en
remate
al
mejor
postor,
igualmente
que
el
solar
de
la
incendiada
iglesia.
¡Pero
vano
empeño
del
infierno!
Ni
la
devoción
amengua,
ni
el
proyecto
de
la
construcción
de
un
templo
decoroso
para
la
imagen
de
su
Señor
se
borra
en
los
hijos de La Laguna.
Este es el principal ideal de su devota Esclavitud, representación genuina de todas las clases de la ciudad.
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