Florence
Nightingale
nació
en
1820
en
una
familia
británica
de
clase
alta.
Aprendió
música,
italiano,
latín,
griego,
filosofía,
historia,
literatura
y
matemáticas. Se familiarizó con los clásicos y aprendió varios idiomas.
Durante
la
Guerra
de
Crimea
de
1853,
el
Gobierno
británico
pidió
a
Florence
que
supervisara
el
papel
de
las
enfermeras
allí.
Las
condiciones
sanitarias
eran
deficientes, y los soldados tenían una probabilidad siete veces mayor de morir en el hospital por enfermedades que en el frente de batalla.
Florence
consiguió
que
los
enfermos
estuvieran
atendidos
las
24
horas.
Usó
la
información
que
iba
recogiendo
para
analizarla
estadísticamente
y
crear
más
tarde su Diagrama de Área Polar. Realizaba rondas a la luz de un candil, por lo que la llamaron «La Dama de la Lámpara».
En
1860
Florence
inauguró
la
Escuela
de
Entrenamiento
Nightingale
para
enfermeras.
Señaló
cinco
puntos
esenciales
para
asegurar
la
salubridad
de
las
viviendas: aire puro, agua pura, desagües eficaces, limpieza y luz.
Recibió
la
Real
Cruz
Roja
otorgada
por
la
reina
Victoria,
y
la
Orden
del
Mérito
del
Reino
Unido,
siendo
la
primera
mujer
en
obtenerla,
así
como
también
la
primera mujer admitida en la Royal Statistical Society británica.
Murió en 1910.
La Dama de la Lámpara, Florence Nightingale
En
la
estricta
Inglaterra
victoriana,
donde
no
se
tenía
en
cuenta
a
la
mujer
fuera
de
su
hogar,
una
joven
renunció
a
su
futuro
en
la
clase
alta
británica
para
convertirse en la enfermera, educadora y estadística que acabaría reformando el sistema sanitario, al crear el primer modelo conceptual de enfermería.
El
ambiente
social
en
el
que
se
desarrolla
la
vida
de
Florence
Nightingale
estaba
mediatizado
no
solo
por
las
rígidas
costumbres
de
clases,
sino
por
la
modificación
social
y
demográfica
proveniente
de
la
Revolución
Industrial,
que
se
inició
en
Inglaterra
a
mediados
del
siglo
XVIII.
Al
cambiar
las
condiciones
de
producción
y
consumo
de
bienes,
la
industrialización
de
la
agricultura,
la
creación
de
fábricas
y
el
desarrollo
del
comercio,
se
produjo
un
enriquecimiento
espectacular de algunos sectores de la población, un gran crecimiento demográfico y un importante desarrollo urbano.
Una
de
las
consecuencias
de
esta
nueva
situación
social
fue
la
aparición
de
barrios
obreros
en
las
ciudades,
en
los
que
las
condiciones
de
higiene
eran
prácticamente
inexistentes
y
las
enfermedades
contagiosas
vieron
disparada
su
prevalencia.
Si
a
esto
le
añadimos
la
decadente
situación
de
los
hospitales,
nos
encontramos
un
contexto
histórico
en
el
que
hacía
mucha
falta
la
aparición
de
la
figura
de
Florence
Nightingale,
que
abrió
una
puerta
a
la
mejora
sanitaria hasta la llegada de la «Seguridad Social».
Florence
Nightingale
nació
el
12
de
mayo
de
1820
en
una
familia
británica
de
clase
alta
en
Villa
Colombaia
(Florencia),
aunque
se
crió
en
Derbyshire,
Inglaterra.
Sus
padres,
William
Edward
Nightingale
y
Frances
Smith,
un
matrimonio
inglés
protestante
y
acomodado,
habían
viajado
por
Europa
y,
establecidos
temporalmente
en
Italia,
pusieron
a
su
segunda
hija
el
nombre
de
su
ciudad
natal,
al
igual
que
habían
hecho
con
su
hermana
mayor,
Frances
Parthenope. Fueron precisamente los viajes que realizaba la familia por toda Europa los que le permitieron aprender distintos idiomas.
La
infancia
de
Florence
transcurrió
tranquila
en
la
campiña
inglesa,
donde
una
institutriz
se
hizo
cargo
de
la
educación
de
las
hermanas
hasta
que
su
padre,
educado
en
la
Universidad
de
Cambridge,
asumió
personalmente
su
formación.
En
aquellos
días,
las
mujeres
de
la
clase
aristocrática
ni
asistían
a
las
universidades
ni
pretendían
llevar
carreras
profesionales;
su
propósito
en
la
vida
era
casarse
y
criar
a
sus
hijos,
pero
William
Edward
Nightingale
fue
un
hombre
de
ideas
progresistas
en
lo
referente
a
la
educación
de
la
mujer,
y
él
personalmente
enseñó
a
sus
hijas
música,
italiano,
latín,
griego,
filosofía,
historia,
literatura
y
matemáticas.
Bajo
la
tutela
de
su
padre,
Florence
se
familiarizó
con
los
clásicos:
Euclides,
Aristóteles,
la
Biblia…,
y
con
diversos
temas
políticos.
De
hecho,
durante
los
últimos
años
de
su
vida,
Florence
prestó
una
valiosa
ayuda
a
Benjamin
Jowett
en
la
traducción
de
los
Diálogos
de
Platón,
lo
que muestra la amplitud de su erudición.
Parthenope
se
interesaba
sobre
todo
por
el
dibujo,
y
Florence
siempre
tuvo
afición
por
las
matemáticas,
pero
su
madre
no
aprobaba
esta
idea.
Aunque
William
amaba
los
números
y
había
legado
ese
amor
a
su
hija,
la
exhortó
a
que
siguiera
estudiando
temas
más
apropiados
para
una
mujer.
No
obstante,
gracias
a
su
perseverancia
y
después
de
muchas
batallas,
sus
padres
cedieron
y
comenzó
su
aprendizaje.
Se
dice
que
fue
la
alumna
más
destacada
de
Sylvester
quien,
junto
con
Cayley,
desarrolló
la
teoría
de
invariantes,
y
cuyas
lecciones
incluían
aritmética,
geometría
y
álgebra.
Otro
de
los
científicos
que
influyó
mucho
en
el
pensamiento
de
Florence
Nightingale
fue
el
belga
Quetelet,
que
había
aplicado
métodos
estadísticos
a
varios
campos,
como
las
estadísticas morales o ciencias sociales.
Conmovida
por
una
profunda
fe
en
la
religión
anglicana,
Florence
vivió
una
inusual
experiencia
el
7
de
febrero
de
1837,
como
relata
en
sus
diarios.
Mientras
paseaba
por
Embley
Park,
creyó
escuchar
una
llamada
de
Dios
e,
inspirada
por
ella,
anunció
su
decisión
de
dedicarse
a
la
enfermería,
una
decisión
muy
controvertida en una época en la que el rol femenino de la clase acomodada (callado, sumiso, obediente y religioso) consistía apenas en ser esposa y madre.
Con
diecisiete
años,
empezó
a
visitar
las
viviendas
de
enfermos
pobres
tratando
de
ayudarlos
a
mitigar
sus
dolores,
pero
su
conocimiento
de
la
enfermería
por
aquel
entonces
se
reducía
al
cuidado
de
familiares
enfermos,
pues
no
encontró
apoyo
ni
formación
en
su
entorno,
ya
que
la
enfermería
no
era
una
profesión
conveniente
para
una
mujer
de
la
alta
sociedad.
Curiosamente,
la
mayor
oposición
que
encontró
Florence
vino
de
la
mano
de
las
otras
dos
mujeres
de
la
familia,
su
madre
y
su
hermana,
que
buscaban
para
ella
un
futuro
muy
distinto:
casarse,
tener
hijos
y
convertirse
en
una
gran
dama
inglesa.
Sin
embargo,
Florence
estaba
decidida
a
dedicarse
la
enfermería,
por
lo
que
en
1844,
con
veinticuatro
años,
pidió
consejo
al
Dr.
Samuel
Gridley
Howe,
pionero
en la enseñanza para ciegos y amigo de sus padres, que la animó a perseverar en su vocación a pesar de la oposición familiar.
Por
otra
parte,
Alex
Attewell
hace
hincapié
en
la
influencia
de
Florence
Nightingale
como
educadora
desde
1848
en
Londres,
cuando
tuvo
la
oportunidad
de
enseñar
durante
varios
meses
a
los
niños
pobres
(sus
«ladronzuelos»,
como
los
llamaba)
de
la
Ragged
School
de
Westminster.
Esta
experiencia
le
abrió
los
ojos
ante
el
fenómeno
de
la
pobreza,
y
adquirió
la
certeza
de
que
podía
ser
útil
pero,
una
vez
más,
se
enfrentó
a
los
reparos
de
su
familia:
«Si
pudiéramos
ser
educados
dejando
al
margen
lo
que
la
gente
piense
o
deje
de
pensar,
y
teniendo
en
cuenta
solo
lo
que
en
principio
es
bueno
o
malo,
¡qué
diferente
sería
todo!» (Florence Nightingale).
Finalmente,
renunció
a
la
proposición
de
matrimonio
del
político
y
poeta
Richard
Monckton
Milnes
y
comenzó
un
peregrinaje
por
Europa
y
Egipto,
gracias
al
cual
conoció
a
algunas
personas
de
renombre,
como
Sidney
Herbert
(joven
político
cuya
amistad
sería
decisiva
gracias
al
apoyo
que
le
brindaría
años
más
tarde desde su cargo de Secretario de Guerra), y visitó diferentes hospitales en los que aprendió distintas metodologías y procedimientos de enfermería.
Este
aprendizaje
lo
describe
ella
misma.
Sus
pensamientos,
recogidos
en
Egipto,
Tebas
y
El
Cairo,
son
testimonio
no
solo
de
su
iniciación
en
el
mundo
de
la
enfermería,
sino
de
la
progresiva
adquisición
de
una
filosofía
de
vida
muy
profunda
y
espiritual.
Un
ejemplo
lo
vemos
en
unas
palabras
suyas
escritas
en
El
Cairo
y
que
hacían
referencia
a
la
llamada,
que
había
interpretado
como
divina,
en
Embley
Park:
«Dios
me
llamó
en
la
mañana
y
me
preguntó
si
haría
el
bien
en su nombre, sin buscar reputación».
En
1850
ingresó
como
enfermera
en
el
Instituto
de
San
Vicente
de
Paúl
en
Alejandría,
una
institución
católica;
y
posteriormente,
en
el
viaje
de
regreso,
de
paso
por
Alemania,
visitó
Kaiserswerth,
cerca
de
Düsseldorf,
lugar
en
el
que
el
pastor
Theodor
Fliedner
había
fundado
en
1836
un
hospital
que
era,
además,
orfanato y escuela. El personal de la institución estaba compuesto por diaconisas formadas por Fliedner y su esposa Caroline.
Florence
demostró
ser
una
alumna
capacitada,
y
al
cabo
de
tres
meses
de
formación,
el
pastor
Fliedner
le
sugirió
que
publicara
un
relato
sobre
la
vida
en
Kaiserswerth.
Ella,
deseosa
de
dar
a
conocer
aquel
sitio
como
un
lugar
en
el
que
las
mujeres
podían
recibir
una
educación
útil,
publicó
anónimamente
La
Institución
de
Kaiserswerth
del
Rin
para
el
Entrenamiento
Práctico
de
Diaconisas,
un
opúsculo
que
comienza
con
una
crítica
a
la
educación
que
se
impartía
entonces
a
las
mujeres:
«(…)
aunque
desde
el
punto
de
vista
intelectual
se
ha
dado
un
paso
adelante,
desde
el
punto
de
vista
práctico
no
se
ha
progresado.
La mujer está en desequilibrio. Su educación para la acción no va al mismo ritmo que su enriquecimiento intelectual».
Entre
1851
y
1854,
Nightingale
completó
la
instrucción
práctica
que
había
adquirido
en
Kaiserswerth,
visitando
otros
hospitales
de
Gran
Bretaña
y
de
Europa,
como
el
Instituto
Alemán
para
Diaconisas
Protestantes
en
Dusseldorf,
donde
recibió
formación
médica
durante
cuatro
meses;
o
el
Hospital
Dieû
en
Saint
Germain, cerca de París, dirigido por las Hermanas de la Caridad.
En
1853,
cuando
visitó
el
Hospital
Lariboisière
en
París,
quedó
impresionada
por
sus
pabellones
y
sus
salas
diseñadas
para
recibir
luz
y
el
aire
fresco,
al
tiempo
que
permitían
que
los
«efluvios
malignos»
o
«miasmas»
pudieran
disiparse
entre
los
largos
y
estrechos
bloques.
Su
estudio
sobre
la
disminución
de
la
mortalidad
en
Lariboisière
contribuyó
a
la
«teoría
de
los
miasmas»,
que
sostenía
que
la
enfermedad
surgía
espontáneamente
en
los
espacios
sucios
y
cerrados.
Sin
embargo,
Florence
se
distingue
de
los
partidarios
de
esta
teoría
por
la
conexión
que
establece
entre
sus
ideas
científicas
y
las
religiosas.
Para
ella,
Dios
había
creado
la
enfermedad
para
que
el
hombre
pudiera
conocer
sus
causas
a
través
de
la
observación
y
prevenir
así
su
reaparición
mediante
la
organización
del
entorno.
Creía,
por
consiguiente,
que
las
enfermeras,
al
encargarse
de
la
higiene,
tenían
una
oportunidad
única
para
progresar
espiritualmente,
para
descubrir
la
naturaleza
de
Dios
mediante
el
aprendizaje
de
sus
«leyes
de
la
salud».
Un
poco
más
tarde,
en
1858,
Louis
Pasteur
descubrió
los
«gérmenes»
y
probó
que
la
enfermedad
no
aparecía
espontáneamente,
pero,
aunque
esto
demostraba
que
las
premisas
de
Florence
eran
erróneas, sus conclusiones eran correctas y sus reformas eran válidas.
Toda
la
experiencia
adquirida
durante
ese
tiempo
le
sirvió
para
obtener
tres
años
después,
el
22
de
agosto
de
1853,
el
puesto
de
superintendente
en
el
Instituto
para
el
Cuidado
de
Señoras
Enfermas,
situado
en
Upper
Harley
Street,
en
el
West
End
de
Londres,
cargo
que
asumió
hasta
su
marcha
a
Crimea
en
octubre
de
1854.
Aquel
lugar
era
más
bien
una
casa
que
tenía
que
convertirse
en
hospital,
y
para
ello
planificó
hasta
el
más
mínimo
detalle:
agua
caliente,
ascensores
para
transportar
la
comida,
timbres
para
llamar
a
las
enfermeras,
limpieza…
Los
principales
impedimentos
fueron
la
carencia
de
enfermeras
competentes
y
lo
desproporcionado
que
le
parecía
a
la
junta
administradora
su
presupuesto.
Sin
embargo,
el
hospital
empezó
a
funcionar
y
Florence
Nightingale entró a formar parte de una minoría femenina que lucharía por los derechos de la mujer.
Ya
en
marzo
de
ese
año,
tras
un
periodo
de
conflicto
entre
Rusia
y
la
alianza
formada
por
Francia,
Gran
Bretaña
y
el
Imperio
otomano,
esta
le
había
declarado formalmente la guerra al imperio de los Romanov. Se iniciaba entonces la Guerra de Crimea.
Aunque
Rusia
fue
derrotada
en
la
batalla
del
río
Alma
el
20
de
septiembre
de
1854,
el
periódico
The
Times
criticó
las
instalaciones
médicas
británicas,
pues
durante
el
conflicto
fueron
muchas
las
bajas
producidas
entre
los
soldados
ingleses,
que
se
debían
principalmente
a
la
falta
de
recursos
sanitarios
en
la
zona.
En
ese
momento,
Sidney
Herbert,
ya
Secretario
de
Guerra
británico,
pidió
a
Florence
que
se
desplazara
a
Scutari
y
supervisara
el
papel
de
las
enfermeras
de
la
zona
bajo
el
cargo
de
Superintendente
del
Sistema
de
Enfermeras
de
los
Hospitales
Generales
Ingleses
en
Turquía.
De
este
modo,
el
21
de
octubre
de
1854,
Florence
Nightingale
viajó
hacia
Constantinopla
con
otras
38
enfermeras
voluntarias
que
la
ayudaron
a
crear
varios
departamentos
de
enfermería
en
el
actual
distrito
de
Üsküdar.
Allí
encontraron
un
saturado
equipo
de
médicos
que
no
podía
dar
ni
el
tratamiento
ni
la
alimentación
adecuada
a
los
soldados
heridos,
lo
que
además
importaba
poco
o
nada
a
los
oficiales.
Las
condiciones
sanitarias
eran
muy
deficientes:
suministros
escasos,
falta
de
ventilación,
carencia
de
desagües
sanitarios,
hacinamiento,
mala
higiene…
Esto
provocaba
la
expansión
letal
de
infecciones
como
el
cólera
y
el
tifus,
de
modo
que
los
enfermos tenían una probabilidad siete veces mayor de morir en el hospital por estas enfermedades que en el frente de batalla.
Junto
con
su
equipo,
Florence
realizó
una
labor
muy
importante
en
el
hospital
de
Barrack,
donde
consiguió
que
los
enfermos
estuvieran
atendidos
las
24
horas
del
día,
para
lo
que
organizó
turnos,
encargándose
ella
misma
de
supervisar
el
trabajo
tanto
de
día
como
de
noche.
Con
mucho
esfuerzo
se
hicieron
posibles
algunas
mejoras,
como
el
saneamiento
del
agua
tanto
para
beber
como
para
curar,
la
instauración
de
algunas
nociones
de
asepsia
a
la
*hora
de
curar
(desechando
los
útiles
de
curación),
el
montaje
de
una
cocina
preparada
para
dar
comida
a
800
hombres
heridos
y
una
lavandería
en
donde
se
desinfectaba la ropa de los pacientes, la limpieza de los vertederos de la zona, y la mejora de la iluminación y la ventilación en las habitaciones.
Nightingale
usó
toda
la
información
que
iba
recogiendo
durante
la
guerra
para
analizarla
estadísticamente
y
crear
más
tarde
su
Diagrama
de
Área
Polar.
Calculó
para
los
soldados
una
tasa
de
mortalidad
de
1.174
por
cada
10.000,
de
los
cuales
1.023
de
cada
10.000
se
debían
a
enfermedades
infecciosas.
Sin
embargo,
gracias
a
todas
sus
medidas,
la
tasa
de
mortalidad
de
los
soldados
comenzó
a
disminuir:
en
febrero
de
1855
había
caído
del
60%
al
42,7%.
Y
para
la
primavera
siguiente,
por
el
establecimiento
de
una
fuente
de
agua
potable,
así
como
la
inversión
de
su
propio
dinero
en
fruta,
vegetales
y
equipamiento
hospitalario, la tasa había decrecido otro 2,2%.
Por
otra
parte,
como
muchos
de
sus
contemporáneos,
Florence
era
consciente
de
los
efectos
debilitantes
que
el
alcohol
y
la
prostitución
tenían
sobre
el
ejército,
pero
iba
más
allá,
pues
creía
que
aquello
era
achacable
al
entorno
más
que
a
la
naturaleza
del
soldado.
«Nunca
he
podido
compartir
el
prejuicio
sobre
la
indolencia,
la
sensualidad
y
la
ineptitud
del
soldado.
Al
contrario,
[…]
nunca
he
conocido
a
una
gente
tan
receptiva
y
atenta
como
la
del
ejército.
Si
se
les
ofrece
la
oportunidad
de
enviar
dinero
a
casa
[…]
lo
harán.
Si
se
les
ofrece
una
escuela,
asistirán
a
clase.
Si
se
les
ofrece
un
libro,
un
juego
y
una
linterna
mágica, dejarán de beber» (Florence Nightingale).
Por
ello
Florence
Nightingale
utilizó
su
influencia
para
abogar
por
la
educación
de
los
soldados
británicos
y
de
los
médicos
militares.
A
pesar
de
que
las
órdenes
que
recibió
antes
de
ir
a
Crimea
limitaban
sus
competencias,
Florence
se
atrevió
a
señalar
la
falta
de
experiencia
de
los
jóvenes
cirujanos
y
propuso
que
recibieran
lecciones
sobre
patología
sin
esperar
a
que
acabara
el
conflicto.
De
hecho,
y
como
resultado
de
su
sugerencia,
se
instaló
durante
algún
tiempo un laboratorio de patología en Scutari.
Además,
Florence
elaboró
planes
para
la
educación
médica
militar
en
sus
Notas
sobre
cuestiones
relativas
a
la
sanidad,
la
eficacia
y
la
administración
de
los
hospitales
en
el
Ejército
británico,
publicadas
en
1858,
donde
demostraba
su
interés
por
la
educación
no
solo
de
los
médicos
militares
sino
de
las
tropas.
El
éxito
de
las
salas
de
lectura
de
Scutari
alentó
a
Florence
Nightingale
después
de
la
guerra
a
promover,
con
cierto
éxito,
la
creación
de
salas
similares
en
cuarteles más grandes.
Trabajadora
incansable,
Florence
se
dedicó
en
cuerpo
y
alma
a
sus
enfermos,
a
los
que
no
dejaba
ni
durante
la
noche,
realizando
rondas
a
la
luz
de
un
candil,
fue
la
anécdota
que
le
valió
el
apodo
de
«La
Dama
de
la
Lámpara».
«Cuando
todos
los
oficiales
médicos
se
han
retirado
ya
y
el
silencio
y
la
oscuridad
descienden
sobre
tantos
postrados
dolientes,
puede
observársela
sola,
con
una
pequeña
lámpara
en
su
mano,
efectuando
sus
solitarias
rondas»
(The
Times,
8 de febrero de 1855).
En este poema de Henry Wadsworth Longfellow podemos ver la conmovedora y maravillosa actitud de Florence Nightingale durante la guerra de Crimea.
Los
heridos
en
la
batalla,
/
en
lúgubres
hospitales
de
dolor;
/
los
tristes
corredores,
los
fríos
suelos
de
piedra.
/
¡Mirad!
En
aquella
casa
de
aflicción
/
veo
una
dama
con
una
lámpara.
Pasa
a
través
de
las
vacilantes
tinieblas
y
se
desliza
de
sala
en
sala../
Y
lentamente,
como
en
un
sueño
de
felicidad,
el
mudo
paciente se vuelve a besar / su sombra, cuando se proyecta en las oscuras paredes.
Concluida
la
guerra,
al
volver
de
Crimea,
Florence
pudo
haber
ocupado
un
puesto
de
responsabilidad
como
enfermera
jefe
de
algún
importante
hospital
o
como
supervisora
de
la
formación
de
enfermeras,
pero
prefirió
retirarse
de
la
vida
pública
y
utilizar
su
prestigio
para
apoyar
y
promover
proyectos
reformadores y educativos.
Conmovida
por
la
situación
de
los
soldados
y
convencida
de
que
fallecían
debido
a
las
deplorables
condiciones
sanitarias,
contribuyó
de
modo
decisivo
a
la
creación
de
la
Comisión
Real
para
la
Salud
en
el
Ejército
en
1857.
Con
Sidney
Herbert
como
presidente
de
la
misma
y
con
una
mayoría
de
partidarios
en
la
junta,
Nightingale
se
dedicó
a
ordenar
sus
pruebas
sobre
la
mala
administración
de
los
hospitales
y
a
reunir
estadísticas
de
mortalidad,
entre
las
que
incluyó
los datos recogidos en Crimea.
Fue
una
innovadora
en
la
recolección,
tabulación,
interpretación
y
presentación
gráfica
de
las
estadísticas
descriptivas
relacionadas
con
la
enfermería,
demostrando
cómo
la
estadística
proporciona
un
marco
de
organización
que
permite
controlar,
aprender
y
mejorar
las
prácticas
quirúrgicas
y
médicas.
Uno
de
los
grandes
aportes
que
hizo
a
la
organización
del
trabajo
sanitario
fue
el
desarrollo
de
la
fórmula
de
modelo
de
estadística
hospitalaria,
para
que
los
hospitales
recolectaran
estadísticas
fiables
de
la
natalidad,
la
morbilidad
y
sus
causas.
Llegó
a
convertirse
en
una
pionera
en
el
uso
de
representaciones
visuales
de
la
información
y
en
gráficos
estadísticos,
inventando
incluso
un
sistema
de
logaritmos,
base
principal
del
estudio
estadístico
que
sirve
para
representar
numéricamente
un
fenómeno
social,
y
el
sistema
de
representación
gráfica
de
datos
denominado
el
diagrama
de
área
polar
o
diagrama
de
la
rosa de Nightingale.
Finalmente,
presentó
un
diagrama
de
las
causas
de
mortalidad
del
Ejército
en
el
este
a
la
Comisión
Real,
lo
que
llevó
a
crear
el
primer
hospital
diseñado
teniendo en cuenta las especificaciones sanitarias recogidas por ella misma durante la guerra: el Hospital Real Buckinghamshire.
La
estancia
de
Florence
en
Crimea
no
solo
le
supuso
su
reconocimiento
mundial
como
enfermera,
sino
el
reconocimiento
público
de
la
profesión,
y
la
recaudación
de
una
importante
suma
económica
que,
aunque
en
un
principio
iba
a
servir
para
homenajearla
con
una
obra
de
arte,
tuvo
tanto
éxito
que
se
dedicó
a
dar
vida
al
Fondo
Nightingale
para
la
formación
de
enfermeras.
Este
fondo,
que
contaba
con
Sidney
Herbert
como
secretario
y
el
duque
de
Cambridge
como
presidente,
permitió
que
el
9
de
julio
de
1860
Florence
inaugurase
la
Escuela
de
Entrenamiento
Nightingale
para
enfermeras
en
el
hospital
Saint Thomas, con diez estudiantes bajo el mando de la Sra. Androper.
Para
Florence
era
importante
la
educación
y,
sobre
todo,
la
educación
práctica.
En
uno
de
sus
trabajos,
ella
misma
citó
una
frase
de
una
conferencia
sobre
educación
dictada
en
las
universidades
de
St.
Andrew
y
de
Glasgow,
mostrándonos
su
punto
de
vista
al
respecto:
«[…]
educar
no
es
enseñar
al
hombre
a
saber, sino a hacer».
La
idea
de
formar
enfermeras
no
era
nueva.
Como
hemos
visto,
la
misma
Nightingale
había
seguido
un
proceso
de
formación,
y
en
Gran
Bretaña
existían
algunos
centros,
como
St.
John’s
House,
donde
una
hermandad
anglicana
formaba
a
mujeres
para
cuidar
enfermos
pobres.
Sin
embargo,
todas
ellas
eran
instituciones
de
carácter
religioso,
y
la
escuela
creada
por
Florence,
actualmente
conocida
como
Escuela
Florence
Nightingale
de
Enfermería
y
Partería,
fue
la
primera
escuela
de
enfermería
laica
del
mundo.
La
necesidad
de
que
no
fuera
una
institución
religiosa
la
comprendió
Florence
durante
la
guerra
de
Crimea,
pues,
a
pesar
de
que
seis
de
las
enfermeras
mejor
preparadas
que
la
acompañaron
a
Constantinopla
pertenecían
a
St.
John’s
House,
y
a
pesar
de
la
amistad
que
entabló
con
Mary
Jones,
su
directora,
y
con
la
reverenda
madre
Clare
Moore,
Florence
supo
ver
que
las
diferencias
entre
católicos
y
anglicanos
podían
suponer
un
problema.
Ya
en
Crimea
había
aparecido
en
la
prensa
el
rumor
de
que
algunas
enfermeras
intentaron
convertir
a
los
soldados
en sus lechos de muerte, lo que había generado polémica en una sociedad dividida en cuestión de religión.
La
escuela
seguía
un
régimen
de
internado,
las
alumnas
vestían
un
uniforme
sencillo
y,
en
su
rigurosa
selección,
el
carácter
y
las
cualidades
morales
de
las
candidatas
cobraban
mucho
peso.
Era
una
escuela
independiente,
pero
vinculada
a
un
hospital
donde
se
aprendía
la
formación
práctica
que,
como
toda
la
instrucción
recibida
en
la
escuela,
corría
a
cargo
de
miembros
del
hospital
(monjas
y
médicos).
Además,
se
consideró
esencial
que
la
dirección
de
la
escuela
estuviera
en
manos,
no
de
un
médico,
sino
de
una
enfermera
jefe,
de
la
que
dependían
las
alumnas
y
que,
junto
con
el
personal
del
hospital,
se
encargaba
de evaluarlas.
Las
alumnas
recibían
un
salario
durante
su
formación
y,
al
terminarla,
debían
aceptar
un
puesto
en
algún
hospital
elegido
por
el
Fondo
Nightingale,
cuya
política consistía en enviar grupos de enfermeras que difundieran el sistema Nightingale en otros hospitales, basado en dos principios fundamentales:
– El primero hacía referencia a que las enfermeras debían adquirir experiencia práctica en hospitales organizados especialmente con ese propósito.
–
El
segundo
era
más
personal;
las
enfermeras
debían
vivir
en
un
hogar
adecuado
para
formar
una
vida
moral
y
disciplinada.
De
hecho,
el
régimen
de
internado permitía que la escuela proporcionase ese hogar a sus alumnas.
Con
la
fundación
de
esta
escuela,
Nightingale
había
logrado
transformar
la
mala
fama
de
la
enfermería
en
una
carrera
respetable
para
las
mujeres.
En
1882
escribió
dos
artículos
para
el
Quain’s
Dictionary
of
Medicine
titulados
«Formación
de
las
enfermeras»
y
«Cómo
cuidar
al
enfermo».
Fue
en
el
primero
en
el
que
presentó
por
primera
vez
los
requisitos
que
debía
cumplir
una
escuela
ideal
de
enfermeras,
a
partir
de
la
experiencia
de
la
Escuela
de
Entrenamiento
Nightingale.
Por
otra
parte,
es
importante
comprender
el
concepto
que
Florence
tenía
de
los
estados
de
enfermedad
y
salud
para
entender
sus
enfoques
en
enfermería.
Definía
la
enfermedad
como
el
camino
que
utiliza
la
naturaleza
para
desembarazarse
de
los
efectos
o
condiciones
que
han
interferido
en
la
salud.
Y
definía
la
salud
diciendo
que
no
solamente
era
estar
bien,
sino
ser
capaz
de
usar
bien
toda
la
energía
que
poseemos.
La
enfermería,
entonces,
no
solo
consistía
en
ayudar
al
paciente
que
enfermó,
sino
en
ayudar
al
sano
a
mantener
su
estado
de
salud.
Algunos
autores
aseguran
que
el
contacto
que
tuvo
Florence
con
Charles
Dickens
influyó
en
su
definición
de
enfermería
y
sanidad,
así
como
en
la
teoría
de
la
enfermería
que
Nightingale
desarrolló,
pues
era
evidente
la
crítica que Dickens hacía sobre la sanidad y la enfermería en la época victoriana.
Relaciones
similares
con
algunos
líderes
políticos,
intelectuales
y
reformadores
sociales
del
momento,
como
John
Stuart
Mill,
Benjamin
Jowett
y
Harriet
Marineau, también ayudaron a desarrollar el pensamiento filosófico y lógico de Nightingale.
El
objetivo
fundamental
de
su
modelo
sanitario
era
conservar
la
energía
vital
del
paciente
y,
considerando
la
acción
que
ejerce
la
naturaleza
sobre
los
individuos,
disponerlo
en
las
mejores
condiciones
posibles
para
que
esta
actuase
sobre
él.
Su
teoría
se
centró
en
el
medio
ambiente,
asegurando
que
un
entorno saludable era necesario para aplicar unos óptimos cuidados de enfermería.
Afirmó
que
hay
cinco
puntos
esenciales
para
asegurar
la
salubridad
de
las
viviendas:
aire
puro,
agua
pura,
desagües
eficaces,
limpieza
y
luz.
Su
modelo
consideraba
la
enfermería
casi
como
una
vocación
religiosa
cuyos
puntos
fuertes
fueron
la
educación,
la
experiencia
y
la
observación,
ya
que
Florence
Nightingale
consideraba
que
nunca
se
le
había
enseñado
nada
sobre
la
naturaleza
de
la
enfermedad,
sino
que
todo
lo
que
había
aprendido
lo
había
hecho
a
través
de
la
experiencia,
la
observación
y
la
reflexión,
de
modo
que
al
intentar
educar
a
sus
alumnas
quiso
reproducir
las
condiciones
en
las
que
ella
había
aprendido la realidad de la enfermedad. Su teoría de la enfermería se basaba en cinco componentes fundamentales:
El componente biológico, cuya importancia radicaba en entender que la enfermedad puede prevenirse con un entorno adecuado para vivir.
El
componente
psicológico,
donde
señala
que
la
falta
de
variedad
y
el
grado
de
monotonía
que
se
encuentran
en
el
entorno
del
paciente
pueden
impedir
la
curación y llegar a causar procesos patológicos de origen psicológico.
El elemento social, consistente en las interacciones personales. Nightingale era consciente de que los pacientes no deben aislarse de los demás.
El elemento espiritual, que para Nightingale es el sistema de valores que ayuda en la toma de decisiones que diferencian el bien del mal.
La
espiritualidad.
Es
un
elemento
difícil
de
evaluar
en
lo
que
se
refiere
a
las
creencias
de
Nightingale.
Según
parece,
lo
definía
atado
a
un
sistema
de
creencias
religiosas,
pero
no
a
una
religión
específica.
También
parece
que
Florence
cree
sólidamente
en
la
naturaleza
espiritual
de
los
pacientes,
lo
cual
consideraba muy importante para la atención del mismo.
Gracias
al
entrenamiento
de
enfermeras
para
el
cuidado
de
enfermos
a
domicilio,
a
partir
de
1860
los
enfermos
más
pobres
podrían
ser
cuidados
por
personal
preparado,
lo
que
según
algunos
sirvió
para
crear
el
antecedente
del
Servicio
Nacional
de
Salud
Británico.
Muchos
años
después,
descubrimos
que
Nightingale
fue
además
pionera
en
una
práctica
sanitaria
muy
importante
en
cualquier
sistema
sanitario
moderno:
el
lavado
de
manos.
«Toda
enfermera
debe
lavarse las manos cuidadosa y frecuentemente a lo largo de la jornada. Si también se lava la cara, mucho mejor».
Como
refleja
Attewell,
es
importante
destacar
que,
aunque
los
inicios
de
la
Escuela
no
fueron
fáciles,
su
prestigio
fue
aumentando
a
medida
que
quedaba
patente
la
calidad
de
la
preparación
de
sus
enfermeras.
Con
su
profesionalización,
Florence
consiguió
que
en
pocos
años
las
enfermeras
fueran
consideradas
como
una
parte
fundamental
de
los
hospitales,
y
la
enfermería,
como
una
profesión
médica
con
un
elevado
grado
de
formación
y
responsabilidad.
Henry
Bonham-Carter,
primo
de
Florence
y
secretario
del
Fondo
Nightingale,
en
1887
tuvo
la
satisfacción
de
anunciar
que
42
hospitales
contaban
con
enfermeras
jefes
formadas
en
la
Escuela
Nightingale,
en
la
que
un
total
de
520
enfermeras
habían
completado
su
instrucción.
Los
éxitos
de
la
escuela
facilitaron
la
incorporación
de
alumnas
mejor
capacitadas,
por
lo
que
las
enfermeras
de
Nightingale
comenzaron
a
crear
sus
propias
escuelas
de
enfermeras.
Esto
se
extendió
a
otros
países
como
Australia,
Canadá,
India,
Finlandia,
Alemania,
Suecia
o
Estados
Unidos,
donde
Linda
Richards,
la
primera
enfermera
formada
de
América,
fue
amadrinada
y
entrenada
por
la
propia
Florence.
Esto
permitió
la
creación
de
una
red
internacional
de
escuelas
que
aplicaban
el
sistema
Nightingale.
Así,
el
candil
que
Florence
llevaba
consigo
durante
las
noches
de
guerra
pasó
a
ser
el
emblema
de
la
profesión,
simbolizando,
por
un
lado, la esperanza transmitida a los heridos en Crimea y, por otro, la cultura y el estudio.
En
1893,
teniendo
en
cuenta
sus
declaraciones
sobre
los
deberes
de
las
enfermeras,
una
comisión
del
Colegio
Farrand
del
Hospital
Harper
de
Detroit
redactó
en
reconocimiento
a
su
trayectoria
el
Juramento
Florence
Nightingale,
que
tiene
su
precedente
remoto
en
la
medicina
y
que
ha
sido
adoptado
y
adaptado
por
la
mayoría
de
escuelas
de
Enfermería
para
tomar
juramento
a
sus
alumnos
al
graduarse.
En
la
Universidad
de
Navarra,
por
ejemplo,
encontramos la siguiente versión:
«Juro
solemnemente
ante
Dios
y
en
presencia
de
esta
asamblea,
llevar
una
vida
pura
y
ejercer
mi
profesión
honradamente.
Me
abstendré
de
todo
lo
que
es
perjudicial
o
dañino
y
no
tomaré
ni
suministraré
cualquier
sustancia
o
producto
que
sea
perjudicial
para
la
salud.
Haré
cuanto
esté
a
mi
alcance
para
elevar
el
nivel
de
la
enfermería
y
consideraré
confidencial
toda
información
que
me
sea
revelada
en
el
ejercicio
de
mi
profesión,
como
todos
los
asuntos
familiares
de
mis pacientes. Seré una fiel asistente de los médicos y dedicaré mi vida al bienestar de las personas confiadas a mi cuidado».
Un
equipo
de
la
Universidad
de
Ciencias
Médicas
de
La
Habana
realizó
un
análisis
documental
del
pensamiento
ético
presente
en
Florence
Nightingale
usando
sus
obras
y
el
Juramento
Florence
Nightingale,
tras
asegurar
que
este
refleja
sus
ideas
éticas
cuando
suscribe
que
una
enfermera
debe
llevar
una
vida
pura
y
ejercer
honestamente
la
profesión.
Asimismo
expresa
abstenerse
de
todo
lo
que
sea
perjudicial
y
dañino,
y
en
su
libro
Notas
sobre
hospitales
escribió:
«Puede
parecer
un
principio
extraño
el
enunciar
como
la
primera
y
fundamental
condición
de
un
hospital
y
de
las
personas
que
en
él
trabajan
no
dañar;
pudiendo
ser
esta
la
primera
norma
deontológica
de
la
enfermería».
Según
este
equipo,
en
estos
conceptos
tradicionales
de
no
dañar
y
hacer
el
bien
podemos
encontrar
los
equivalentes
al
principio
de
beneficencia-no
maleficencia.
Hacer
el
bien
y
ser
justa
eran
dos
de
los
principales
valores
de
su
código
de
enfermería.
Un
ejemplo
lo
vemos
entre
las
medidas
adoptadas
en
el
Hospital
Militar
en
Scutari,
en
el
que
los
pacientes
más
graves
se
colocaban
cerca
de
la
enfermería independientemente de su graduación militar y a diferencia de como estaba dispuesto previamente.
Asimismo
vemos
cómo
en
el
juramento
está
implícito
guardar
dos
principios
éticos
más:
la
fidelidad
al
paciente
(entendida
como
el
cumplimiento
del
compromiso
contraído
con
él),
patente
en
la
necesidad
de
guardar
el
secreto
profesional;
y
la
veracidad,
principio
de
obligatorio
cumplimiento
aun
cuando
pueda poner en situación difícil al propio profesional, como en el caso de admitir errores por acción u omisión.
A
través
del
análisis
de
su
obra
Notas
sobre
enfermería.
Qué
es
y
qué
no
es,
este
equipo
concluye
que
las
virtudes
que
se
aprecian
en
Florence
y
su
concepción
de
la
enfermería
son
la
bondad,
la
honestidad,
el
sacrificio,
la
perseverancia,
la
prudencia,
el
arte,
la
inteligencia
y
la
compresión
del
método
científico.
Lo
que
sí
queda
claro
para
todos
los
autores
es
la
impresionante
dedicación
que
esta
mujer
profesó
a
sus
enfermos.
Si
leemos
sus
cuadernos
de
notas,
encontraremos
el
secreto
de
aquel
celo
con
el
que
consagró
su
vida
a
los
demás:
«El
camino
para
vivir
con
Dios
es
vivir
con
las
ideas,
no
meramente
pensar
sobre
los
ideales,
sino
actuar
y
sufrir
por
ellos.
Los
que
tienen
que
trabajar
como
hombres
y
mujeres
deben
sobre
todas
las
cosas
tener
un
ideal
espiritual,
que es su finalidad, siempre presente. El estado místico es la esencia del sentido común».
Por
todo
su
trabajo,
Florence
recibió
importantes
premios,
como
la
Real
Cruz
Roja,
otorgada
por
la
reina
Victoria,
y
la
Orden
del
Mérito
del
Reino
Unido
en
1907, siendo la primera mujer en obtenerla.
Del
mismo
modo,
su
interés
por
otros
campos,
como
la
estadística,
le
valió
ser
también
la
primera
mujer
admitida
en
la
Royal
Statistical
Society
británica
y
considerada miembro honorario de la American Statistical Association.
En
1908,
le
fueron
otorgadas
las
Llaves
de
la
Ciudad
de
Londres.
Y
en
1912
el
Consejo
Internacional
de
Enfermería
(ICN)
creó
la
Fundación
Internacional
Florence
Nightingale
(FNIF),
de
la
que
nació
The
Florence
Nightingale
Foundation
años
más
tarde,
una
entidad
educativa
que
brinda
tributo
a
la
memoria
de
esta dama inglesa.
Varios
lugares
más
llevan
su
nombre:
el
Museo
de
Florence
Nightingale,
que
se
encuentra
en
el
Hospital
Saint
Thomas;
la
Nightingale
Research
Foundation
de
Canadá
(dedicada
al
estudio
y
tratamiento
del
síndrome
de
fatiga
crónica);
la
torre
más
al
norte
de
las
Barracas
de
Selimiye
en
Estambul
(que
es
ahora
un
museo en su honor) y cuatro hospitales más de esa ciudad, entre ellos el hospital privado más grande de Turquía.
Por
otra
parte,
Henri
Dunant,
fundador
de
la
Cruz
Roja,
reconoció
la
influencia
que
tuvo
Florence
en
la
creación
de
la
Cruz
Roja
Británica:
«A
pesar
de
que
soy
conocido
como
el
fundador
de
la
Cruz
Roja
y
el
promotor
de
la
Convención
de
Ginebra,
es
a
una
dama
a
quien
es
debido
todo
el
honor
de
esa
convención.
Lo
que
me
inspiró
(…)
fue
el
trabajo
de
Miss
Florence
Nightingale
en
Crimea».
De
hecho,
en
1912
se
creó
la
Medalla
Florence
Nightingale,
constituida por el Comité Internacional de la Cruz Roja, entregada cada dos años a enfermeros por servicios destacados.
La
Iglesia
anglicana
la
conmemora
con
un
día
festivo
de
su
año
litúrgico,
y
varias
Iglesias
luteranas
también
la
conmemoran
el
13
de
agosto,
junto
a
Clara
Maass,
como
«renovadoras
de
la
sociedad».
Además,
en
la
actualidad
se
celebran
el
Día
Internacional
de
la
Fibromialgia
y
del
Síndrome
de
la
Fatiga
Crónica y el Día Internacional de la Enfermería en la fecha de su cumpleaños.
En
su
incansable
devoción
por
la
profesión,
Florence
quiso
poner
por
escrito
todos
sus
conocimientos.
Algunas
de
sus
obras
las
hemos
ido
desglosando
anteriormente,
como
su
primera
publicación
en
1859:
Notas
sobre
enfermería:
Qué
es
y
qué
no
es,
escrita
para
toda
población
general
como
guía
para
los
cuidados
de
enfermos
a
domicilio
y
que
sirvió
como
base
para
la
creación
del
programa
de
estudios
de
varias
escuelas
de
enfermería,
siendo
aún
hoy
un
libro
de
introducción
clásico
para
esta
profesión.
Este
libro
fue
pionero
por
muchos
motivos.
Entre
otros,
es
importante
entender
que
apareció
en
una
época
en
la
que
apenas
existían
reglas
de
la
salud
general,
en
la
que
los
hospitales
estaban
plagados
de
infecciones
comunes
y
en
la
que
las
enfermeras
eran
personas sin educación alguna.
Otros
títulos
fueron
Notas
sobre
hospitales
y
Notas
en
cuestiones
que
afectan
la
salud,
la
eficiencia
y
la
administración
hospitalaria
del
Ejército
británico;
pero,
además,
tiene
unas
200
publicaciones
entre
libros,
reportes,
panfletos,
informes
y
opúsculos,
que
tuvieron
importantes
repercusiones
en
la
sanidad
militar,
la
asistencia
social
en
la
India,
los
hospitales
civiles,
las
estadísticas
médicas
y
la
asistencia
a
los
enfermos.
Hasta
sus
80
años,
escribió
entre
15.000
y
20.000
cartas
a
sus
amigos,
partidarios
y
críticos,
cartas
convincentes
y
directas
que
transmitían
sus
creencias,
sus
observaciones
y
su
deseo
por
cambiar
la atención sanitaria y la sociedad.
Poco
después
de
regresar
a
Inglaterra,
Nightingale
vio
cómo
una
enfermedad
contraída
en
Crimea
(para
algunos
brucelosis,
para
otros
fiebre
tifoidea
o
fiebre
de
Crimea)
la
obligaba
a
postrarse
en
cama
casi
el
resto
de
su
vida,
lo
que
la
impidió
continuar
con
su
trabajo
como
enfermera
y
la
deprimió
seriamente.
Sin
embargo,
a
pesar
de
sus
dolencias,
permaneció
productiva
en
el
área
de
la
reforma
sanitaria,
realizando
trabajos
pioneros
en
el
campo
de
la
planificación
hospitalaria hasta los 80 años, cuando se quedó ciega.
Diez
años
más
tarde,
el
13
de
agosto
de
1910,
Florence
Nightingale
murió
en
South
Street
(Park
Lane)
y
fue
enterrada
en
la
iglesia
de
St.
Margaret,
en
East
Wellow, Hampshire, cerca de Embley Park.
Como
recuerdo
de
esta
gran
mujer
nos
encontramos
varias
estatuas
y
representaciones,
entre
las
que
destaca,
en
Waterloo
Place,
Londres,
el
Monumento
Conmemorativo
a
la
Guerra
de
Crimea,
en
cuyo
centro,
a
la
izquierda,
observamos
una
estatua
de
Florence
Nightingale.
Asimismo,
se
conserva
una
grabación
fonográfica
de
1890,
preservada
en
la
British
Library
Sound
Archive,
en
la
que
de
viva
voz
escuchamos,
entre
otras
frases,
esta:
«Cuando
ya
no
sea ni siquiera una memoria, tan solo un nombre, confío en que mi voz podrá perpetuar la gran obra de mi vida».
Para
terminar,
al
igual
que
Alex
Attewell,
nos
hacemos
eco
de
las
palabras
de
Benjamin
Jowett,
que
serán
siempre
un
conmovedor
recuerdo
de
la
labor
de
Florence
Nightingale:
«Usted
despertó
sentimientos
románticos
en
muchas
personas
hace
23
años,
de
regreso
de
Crimea
[…]
pero
ahora
trabaja
en
silencio
y
nadie
sabe
cuántas
vidas
salvan
sus
enfermeras
en
los
hospitales,
ni
cuántos
miles
de
soldados
[…]
están
vivos
gracias
a
su
previsión
y
a
su
diligencia,
ni
cuántos
indios
de
esta
generación
y
de
las
generaciones
venideras
habrán
sido
preservados
del
hambre
y
de
la
opresión
gracias
a
la
energía
de
una
dama
enferma que apenas puede levantarse de la cama. El mundo lo ignora o no piensa en ello. Pero yo lo sé y a menudo pienso en ello».
FLORENCE NIGHTINGALE
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Teléfono: (957) 47 62 49| Email:
sanlorenzomartir.cordoba@gmail.com
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