Cada
año
cinco
millones
de
personas
peregrinan
a
Lourdes,
pero
"sólo"
medio
millón
lo
hacen
también
-o,
sencillamente,
lo
hacen-
al
convento
de
las
Hermanas de la Caridad y la Instrucción Cristiana en Nevers, el corazón geográfico de Francia.
Bernadette
buscó
en
ese
convento
alejarse
del
protagonismo
que
indudablemente
habría
rodeado
su
vida
en
la
aldea
donde
nació
y
donde,
entre
el
11
de
febrero y el 16 de julio de 1858, vio dieciocho veces a la Virgen María.
En
el
siglo
XIX
los
700
kilómetros
de
distancia
entre
ambos
enclaves
eran
lo
bastante
disuasorios
para
quien
buscaba
la
soledad
del
amor
de
Dios.
A
pesar
de ello miles de personas acudieron a visitarla en vida bajo su nueva condición de consagrada.
Bernardita
llegó
a
Nevers
en
1866
y
nunca
regresó
a
su
tierra,
ya
que
murió
el
16
de
abril
de
1879
a
los
35
años
de
edad.
La
escritora
católica
Marcelle
Auclair, al redactar la biografía de la santa a partir de sus testimonios y escritos, compuso el que se conoce como su testamento espiritual.
Lo
es
en
la
medida
en
que
refleja
su
alma
sencilla
y
las
huellas
del
sufrimiento
que
en
ella
dejaron
la
miseria
y
el
hambre,
las
afrentas
e
incomprensiones,
no
menores entre algunas compañeras de convento que las que había conocido cuando empezó a anunciar que la Santísima Virgen se le aparecía.
Santa
Bernardette,
ya
como
Hermana
María
Bernarda,
sólo
habló
ante
sus
hermanas
una
vez
de
las
apariciones,
y
la
superiora
no
consintió
que
el
tema
volviera
a
salir
en
las
conversaciones
del
claustro,
con
objeto
de
no
distraer
la
vida
conventual
y,
sobre
todo,
de
permitir
a
la
joven
novicia
continuar
en
paz
su
camino hacia el Señor.
En
1867
profesó
como
religiosa,
y
pasó
los
años
de
su
vocación
en
todo
tipo
de
trabajos,
en
ocasiones
los
más
duros,
de
limpieza
y
enfermería,
minada
por
el asma y la tuberculosis.
La exhumación
Cuando se abrió el féretro en 1909, treinta años después de su muerte, los forenses lo encontraron incorrupto. Lo mismo sucedió en 1919 y en 1929.
El
rosario
que
anudaba
sus
manos
se
había
podrido
y
oxidado,
y
el
hábito
aparecía
deshecho,
y
sin
embargo
el
hígado,
uno
de
los
órganos
que
primero
se
descomponen,
estaba
intacto
al
cabo
de
tres
décadas
de
su
muerte,
e
intactos
aparecían
también
los
dientes
y
las
uñas.
Incluso
en
su
organismo
se
encontraron líquidos...
Así describieron los doctores David y Jordan lo que se encontraron en la primera exhumación:
"Se
abrió
el
féretro.
No
percibimos
ningún
olor.
El
cuerpo
estaba
revestido
por
los
hábitos
de
la
orden,
bastante
húmedos.
Sólo
el
rostro,
las
manos
y
parte
de
los
antebrazos
estaban
descubiertos.
La
cabeza
estaba
inclinada
a
la
izquierda,
el
rostro
era
de
un
blanco
pálido.
La
piel,
pegada
a
los
músculos,
y
los
músculos pegados a los huesos. Los párpados, hundidos, cubrían los ojos. La nariz estaba apergaminada y afilada.
La
boca,
ligeramente
abierta,
dejaba
ver
los
dientes
todavía
juntos.
Las
manos,
cruzadas
sobre
el
pecho
y
perfectamente
conservadas
junto
con
las
uñas,
apretaban
un
rosario
comido
por
el
óxido.
En
los
antebrazos
se
veía
el
relieve
de
las
venas.
También
los
pies,
como
las
manos,
habían
conservado
totalmente las uñas.
Después
de
haberle
quitado
el
hábito
y
el
velo
de
la
cabeza,
se
vio
todo
el
cuerpo
apergaminado,
rígido
y
sonoro
en
todas
sus
partes.
Se
constató
que
el
cabello,
corto,
estaba
aún
en
el
cráneo
y
unido
al
cuero
cabelludo;
que
las
orejas
estaban
en
perfecto
estado
de
conservación;
que
el
lado
izquierdo
del
cuerpo,
desde
la
cadera,
era
más
alto
que
el
derecho.
Las
partes
inferiores
del
cuerpo
estaban
un
poco
ennegrecidas.
Esto
parece
deberse
al
carbono
que
se encontró en gran cantidad en el féretro".
EL CUERPO INTACTO DE SANTA BERNARDITA
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